Alejandro, hace ya dos años que nos dejaste solos en un mundo que a veces se hace difícil de sobrellevar. Quienes tuvimos el honor de conocerte aprendimos muchas cosas de la vida gracias a ti. Pocas personas saben que eras un hombre de convicciones conservadoras. Luchaste siempre por la igualdad de todas las personas, sean de la condición que fueran. Hombre formado a sí mismo, empresario de éxito, te fuiste unos meses después del cierre de Florida Park, templo de la “beautiful people” madrileña, donde debutó Miguel Bosé en 1977, o Ava Gardner disfrutaba de la noche madrileña.
Marbella tuvo la suerte de acogerte en tu jubilación profesional. Pero sólo te retiraste del trabajo, porque las injusticias del gilismo te empujaron a enrolarte en el movimiento vecinal, donde nos conocimos. Denunciamos construcciones ilegales, reivindicamos la apertura del parque de los Tres Jardines, organizamos la manifestación que coincidió con la ‘operación Malaya’ y dio fin al gilismo. Fuiste el único socio que he tenido en mi vida. Lo arriesgamos todo, con la romántica idea de que la gente conociera la verdad. Quizá perdiéramos el dinero que arriesgamos, pero para nuestro recuerdo quedan aquellas tardes maravillosas de radio, cuando pasábamos horas discutiendo sobre cómo arreglar el mundo. Y los enfados que cogíamos, recuerdo una vez que mientras estábamos en directo te tiré con cojín, mientras tú te reías y me hacías enfadar hasta rabiar desde tu puesto.
A pesar de tu amistad con la Comisión Gestora del Ayuntamiento, nunca dejaste de ser un líder vecinal reivindicativo. Presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos, siempre incómodo para el poder. Siempre defendiendo a la Justicia, a pesar de que sabías tan bien como yo, que nunca te perdonarían tu insobornable independencia.
La inmensa mayoría de Marbella y San Pedro deseaban que tú fueras el Defensor del Ciudadano. Pero incluso ante la cobardía de los amigos que no se atrevieron a decir que tú eras la persona idónea a defender a los vecinos, respondiste con la elegancia que a tus amigos nos hubiera gustado heredar.
No tuve la ocasión de darte las gracias por todo lo que nos enseñaste y por todo lo que me quisiste. Gracias, Alejandro, y perdón por no haber estado a tu altura. Quienes te conocimos, jamás te olvidaremos.