Hernández Mancha: “La refundación del partido la inicié yo al romper con Margaret Thatcher e integrarnos en el PP Europeo”

El expresidente nacional de AP y abogado de profesión, Antonio Hernández Mancha, durante la entrevista con Marbella Confidencial en Guadalmina. FOTO/ JORGE OGALLA

El expresidente nacional de AP y abogado de profesión, Antonio Hernández Mancha, durante la entrevista con Marbella Confidencial en Guadalmina. FOTO/ JORGE OGALLA

Antonio Hernández Mancha (Guareña, Badajoz,1951) es abogado del Estado y doctor en Derecho, fue presidente nacional de Alianza Popular (AP) entre 1987 y 1989. Antes fundó AP en Andalucía y se convirtió en líder de la oposición al PSOE en el Parlamento andaluz entre 1982 y 1987, además de haber sido senador por designación autonómica. Durante más de 30 años ha guardado un respetuoso silencio, tras salir de su despacho presidencial de la planta séptima de Génova 13, el que ocupa Feijóo. Ahora se ha decidido a publicar sus memorias, bajo el título de Secretos de mi partido (Almuzara).

Desde la urbanización marbellí de Guadalmina, donde veranea, a pocos metros de donde también lo hace su sucesor, José María Aznar, el hombre que fue elegido democráticamente (por compromisarios, pero sin primarias), en un congreso ganado en 1987 a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, ha concedido esta entrevista a Marbella Confidencial. En ella desgrana hechos que cuenta en su obra, inéditos, o desconocidos hasta ahora por la opinión pública, como lo que él llama “inicio de la refundación de mi partido”, tras la integración de AP en el PP Europeo, después de una traumática ruptura con el grupo que lideraba Margaret Thatcher en Bruselas.

A la hora de hablar con él he querido, por cuestiones geográficas, acercarme especialmente a su etapa como líder del centroderecha en Andalucía. Entre los logros de los que presume figura haberle ganado a UCD en las elecciones autonómicas de 1982. También ha relatado vivencias relacionadas con su etapa de cohabitación parlamentaria con Javier Arenas cuando éste, desde el PDP, abandonó junto a Carlos Rosado la Coalición Popular en 1986 (tras las autonómicas) para integrarse en el Grupo Mixto de la Cámara con sede en Sevilla. Hernández Mancha asegura que le pidió “de rodillas” al actual senador del PP que no lo hiciera.

 


P.- En su libro dice que Fraga era muy bueno en lo político al frente del partido, pero en lo económico…¿Tan mala era la organización económica, las finanzas de Fraga, al frente de Alianza Popular cuando usted le sucede?

R.- Sí, él tenía por así decirlo  un equipo que no funcionó bien, por lo que se vio. A Fraga, y en eso me parezco yo a él un poco, le quemaba el tema del dinero. Era un político puro, la financiación, la economía, las políticas de Estado le gustaban como a todo buen político, pero no las domésticas y así se podían considerar las del partido. Había un desorden y una desorganización total, que yo me encontró y a la que decidí ponerle tasa.

P.- A grandes rasgos, resúmame la Alianza Popular que usted hereda.

R.- Para que se haga usted una idea ya en mi casa, que éramos ocho hermanos, ellos consideraban a Alianza Popular el partido de los viejos, teniendo mis hermanos mi misma formación y educación que yo. AP era considerada como algo del pasado, por eso tomé conciencia muy pronto de que era necesario cambiar como un calcetín ese aspecto, esa imagen. Cuando yo imprimí un sello regionalista al partido Fraga empezó a hablar en gallego, a citar a Álvaro Cunqueiro constantemente y a llenar de gaiteiros la Plaza del Obradoiro, con una fe profunda y renovada de la regionalización de una formación política que hasta entonces era eminentemente centralista. Ese fue el segundo cambio importante que yo imprimí.

P.- En el libro usted destaca como uno de los grandes logros de su etapa al frente de AP el haber roto con el grupo político de Margaret Thatcher en el Parlamento Europeo e integrarse en lo que sigue siendo el Partido Popular Europeo (PPE).

R- Lo de Thatcher tiene la importancia sobrevenida de que si no rompo yo con ella, e incluyo a mi partido en el Grupo Popular Europeo cuando se produce el Brexit nos hubiéramos quedado huérfanos políticamente en el ámbito internacional. Es verdad que eso es una victoria sobrevenida, pero consecuencia de la eficiencia de mi decisión de haber roto con ella y haber puesto ambos pies en el continente; no uno en la isla de la Gran Bretaña y otro en Europa. La refundación del partido la inicié yo, al romper con Margaret Thatcher e integrarnos en el Partido Popular Europeo (PPE). Yo abandoné al partido conservador británico, y al conservador danés, que junto con AP constituíamos el Grupo Conservador del Parlamento Europeo, y le pido la entrada a los alemanes en el PPE, donde antes habían mandado los italianos de Andreotti. Mis sucesores en el PP lo aceptaron, cuando podían haberlo rechazado. De haberlo considerado un error podían haberlo rechazado, toda vez que aquel congreso [el de la refundación] era un congreso por aclamación, donde no iba a haber oposición de parte.

 


P.- ¿Hasta qué punto llegaron las presiones en el partido que usted presidía a nivel nacional, Alianza Popular, para designar candidato a la presidencia de la Junta de Castilla a Rodolfo Martín Villa en lugar de a Aznar?

R.- No eran en el partido, eran todas sobre mi persona. Yo constantemente recibía la llamada de Cuevas [José María], expresidente de la CEOE, la de su segundo de a bordo, Aguilar, también de Emilio Romero, presiones de la prensa instalada, de la banca, de todo el mundo. Yo veía que Fraga, incluso, estaba aflojándose ante esas presiones, por eso tuve que organizar un ardid que cuento en mi libro para nombrar a Aznar.

P.- A mí especialmente, al ser Marbella Confidencial un medio andaluz, me interesa su etapa al frente de Alianza Popular en la comunidad autónoma. ¿Cuándo cree que se sacude el PP de Andalucía el llamado ‘pecado original’ del 28 de febrero de 1980, por haber promovido la abstención en aquel referéndum? ¿Cree que ese estigma se lo quitaron cuando apoyaron en 2007 el referéndum  para reformar el estatuto de autonomía andaluz?

R.- Usted me perdonará, y no es por jactancia, pero quien rompe ese estereotipo soy yo con mi conducta, no con mi discurso. Hay un refrán español que dice que obras son amores y no buenas razones. Yo, para demostrar muestra fe en la regionalización de Andalucía nunca me presenté a diputado a las Cortes, sino al Parlamento andaluz, predicando con el ejemplo. Esto me costó caro luego, porque por ser presidente de AP, líder de la oposición y no ser diputado me encontraba en franca desventaja con respecto a Felipe González. 

P.- ¿Entonces basa principalmente la regionalización andaluza de AP en renunciar usted a concurrir al Congreso de los Diputados?

R.- Créame que desde el punto de vista de la pregunta que me formulaba anteriormente, si alguien ha hecho más que nadie para que se convenciera a la gente de que nuestra fe en Andalucía y su regionalización no era un discurso vacío, sino un hecho comprobable, está en mi conducta, presentándome siempre a la Cámara autonómica, convirtiéndome en líder de la oposición, ganando a gente como a mi amigo Julio Anguita y a la propia UDC, que estaba en Madrid en el poder en Madrid. A los únicos que no pude ganar en aquellos tiempos es a los socialistas, pero de eso se han encargado mis sucesores, encarnados hoy en día por Juanma Moreno Bonilla.

P.- Pero no me negará que hubo un estigma en el centro derecha andaluz por el 28-F,  por eso le pregunto: ¿Cuando Fraga propugnaba la abstención Hernández Mancha acataba eso, disentía, o era partícipe?

R.- En su pregunta hay dos niveles de formulación, uno es el nivel andaluz y el otro el nivel constitucional. En este último es en el que Fraga se basaba para promover la abstención en el Título Octavo y en congruencia luego lo hacía en el Parlamento andaluz. Eso es consecuencia no de un problema de AP con Andalucía, sino que se nos planteaba, como el tiempo nos ha venido a dar la razón, con el separatismo vasco y catalán. Andalucía nunca ha sido una preocupación desde el punto de vista de su regionalización para nosotros. Entonces, yo creo que aquello de abstenernos en el 28-F fue un error, como hacer lo mismo en el referéndum de la OTAN de 1986, como yo reconozco en mi libro, pero que compensé con mi propia conducta: frente al error del 28 de febrero lo que hice fue precisamente jugarme mi vida en Andalucía y por Andalucía, no en Madrid. Por eso gané a los de UCD, que eran los del ‘Andaluz, este no es tu referéndum’.

P.- Le pregunto por la etapa de Javier Arenas al frente del PP andaluz, porque se le reconoce haber introducido el llamado ‘andalucismo constitucional’ y las banderas andaluzas en los mítines, para romper con ese estigma del referéndum  del 28-F que perseguía al centroderecha en esta comunidad autónoma, ¿cómo lo vio usted?

R.- Eso pertenece a una etapa muy ulterior a mi mandato, con lo cual no tengo suficiente conocimiento de causa, porque yo ya en 1987 me fui a Madrid a presidir el partido, a nivel nacional, y mis contactos con Andalucía han sido privados y episódicos. Así pues, no tengo la sensación de continuidad para responder a ese cambio imprimido por Javier Arenas.

 


P.- Le voy a ir dando todos los nombres de quienes le sucedieron al frente del PP andaluz y esto los define, si le parece en una palabra: Gabino Puche, Javier Arenas, Teófila Martínez, Juan Ignacio Zoido y Juanma Moreno.

R.- Lealtad, eficacia, no la conozco lo suficiente, un buen juez, un brillante presidente.

P.- Hay otro pasaje en su libro, muy poco conocido hoy en día, en el que Julio Anguita le pide redactar y supervisar el protocolo de la conformación de lo que sería Izquierda Unida Convocatoria por Andalucía (IU-CA). Me imagino que usted se sorprendería ante tal propuesta…

R.- No, en modo alguno. Tenga en cuenta que como cuento en el libro yo tenía un viejo conocimiento profesional con Anguita, porque yo comparecía como abogado del Estado en todos los exámenes y pruebas de ingreso de funcionarios de Córdoba cuando él era alcalde. Él tenía una buena opinión de mí, y en aquella ocasión me dijo que como yo había elaborado los estatutos de mi partido en Andalucia, que si podía revisarle y protocolizarle los trabajos para constituir Izquierda Unida. Había que darle una forma jurídica a toda aquella diáspora de la izquierda andaluza que él aglutinaba y yo como profesional del Derecho le hice eso.

 


P.- Hay un pasaje de su libro en el que usted asegura que le propuso a Manuel Clavero Arévalo ir en las listas de AP en las autonómicas de 1982 y él declinó la oferta, para concurrir con su propio parido. ¿No cree que para Clavero hubiera sido un suicidio político ir en una lista de un partido que no estaba en las tesis que él defendió el 28-F?

R.- Yo nunca le ofrecí ir en las listas, le ofrecí encabezar la candidatura, que es diferente. Cuando le das a una persona un puesto secundario tiene que acatar órdenes jerárquicas, pero cuando le das el número uno le das la cabeza de la jerarquía, para que imponga su programa. Yo asistí invitado por Clavero al Congreso de la Unión Regional Andaluza [Unidad Andaluza] y tenía con él la mejor relación. Sin embargo, yo veía que él no era capaz de crear la misma infraestructura en los pueblos que yo había creado, primero con Fraga y luego yo solo, en toda Andalucía. Es decir, un partido que sólo tiene presencia en los medios de comunicación, hoy diríamos en las redes sociales, es un partido de recorrido corto, porque llegan unas municipales y no tienes en cada uno de los pueblos al repartidor del butano, al oficial de la notaría, al secretario del ayuntamiento… En definitiva, la gente que constituye la estructura de cuadros que tenemos en el PP y no lo tenía Clavero Arévalo, ni lo tuvo nunca nadie más que el PSOE y nosotros.

P.-  Pero no me negará que una de las claves de por qué Clavero Arévalo fracasa es también porque le falta financiación. Es decir, todo los historiadores coinciden en que la patronal andaluza no confió en su proyecto, porque confiaba en otros partidos como Alianza Popular.

R.- Tenga en cuenta que él tuvo algunos respaldos importantes en el sector bancario andaluz…

P.- ¿Ah sí? Dígame cuáles fueron esos respaldos…

R.- Lo que pasa es que como eso no me afecta a mí no quiero decirlo, pero sí afirmo la premisa mayor de que él dispuso algunas veces más dinero del que disponía yo. A nadie le sobraba nunca el dinero en esa época, porque hasta que se aprueba en 1987 la Ley de Financiación de Partidos Políticos todos andábamos un poco manga por hombro. Pero dentro de lo que cabe, él tuvo apoyos en la aristocracia andaluza militante muy importantes, sectores bancarios vinculados a la aristocracia. Eso hay que reconocerlo, porque yo iba con más menesterosidad a las campañas andaluzas que iba don Manuel Clavero.

P.- Me deja usted muy sorprendido con su relato, porque en todos los análisis históricos y periodísticos que se han hecho en los últimos tiempos, y me estoy acordando ahora del periodista andaluz Javier Caraballo, siempre se ha dicho lo contrario. Y usted, sin embargo, mantiene que el partido de Clavero tuvo más apoyo económico que Alianza Popular en Andalucía.

R.- Yo le cuento a usted que quien tenía menesterosidad era yo, porque tenía que ir en mi propio coche a hacer mis propios mítines, pagando de mi bolsillo la gasolina que consumía mi partido. Tuve que firmar un millón de pesetas al Banco de Santander. Estábamos en tan malas condiciones que yo tenía que comprometer mi propio peculio personal en mi militancia política. Eso don Manuel [Clavero] creo que no tuvo que hacerlo nunca, y era un hombre de bastante más holgura económica que yo, como eminente catedrático que era y abogado en su mejor momento.

R.- Entiendo que me está hablando en todo momento de la campaña autonómica andaluza de 1982, porque tras el batacazo del partido de Clavero él ya abandona la política y usted vuelve a presentarse en 1986.

P.- Sí, es que precisamente en la del 82 yo me convierto en líder de la oposición y genero más confianza en el pueblo andaluz de la que generaba el propio Manuel Clavero y fíjese que en aquellas elecciones en los sondeos ni se preguntaba por Alianza Popular, porque nadie dada un duro por nosotros. Porque en las municipales de 1979 no habíamos conseguido presentar candidaturas ni siquiera en las ocho capitales andaluzas. Fue entonces cuando Fraga me dijo que me fuera a Madrid, porque decía que en Andalucía, entre los señoritos y los jornaleros no tenía nada que hacer. Fíjese la fe que tenía yo en la Andalucía regionalizada que me quedé y me convertí, tres años después, en líder de la oposición. Creo que eso es muy importante, porque cuando en AP vieron que yo había convertido Andalucía en tierra de promisión en el 82 hubo muchos que quisieron presentarse en provincias andaluzas, como Rodrigo Rato, Jorge Verstrynge y así sucesivamente…

P.- Cuénteme la oferta de concurrir en una lista que le hizo a Jordi Pujol siendo usted ya presidente nacional de AP.

R.- Yo hago lo mismo que hice en Andalucía con Clavero Arévalo. Gracias a Dios que Pujol no aceptó, porque si yo hubiera sabido la porquería que tenían detrás él y su familia no le hubiera hecho ese ofrecimiento, pero en aquel momento, con tal de resolver con hechos los problemas que planteaba históricamente el separatismo catalán,  le ofrecí a un líder innegable de ese separatismo que para demostrar que él no era separatista, por muy catalanista que fuera, encabezara la lista del centroderecha español a la presidencia del Gobierno en Madrid. Yo era generoso en mis ofrecimientos, corriendo el riesgo hasta de inmolarme yo mismo…

P.- No me extraña que haya titulado su libro como ‘Secretos de mi partido’, porque desvela asuntos absolutamente desconocidos para el común de los mortales… Parece que le ofreció a Pujol una especie de ‘Operación Roca’, con aquel PRD de Garrigues Walker que fracasó en en el 86.

R.- Nada parecido porque Miquel Roca era todo humo. Garrigues Walker se había presentado en UCD y no había salido. Era muy buen abogado, pero políticamente era humo, sin ninguna estructura política, ni siquiera un círculo de expertos en su entorno jurídico. Si mezclas humo más humo es difícil que te dé llamas, te dará humo, como así ocurrió. Yo a Pujol le ofrecí una operación tipo Francesc Cambó y la rechazó. Me di cuenta de que su tendencia no era de buena fe, porque iba más a avanzar por la línea del separatismo que por el constitucionalismo.

Antonio Hernández Mancha dedica un ejemplar de su libro tras la entrevista con Marbella Confidencial. FOTO/ JORGE OGALLA

Antonio Hernández Mancha dedica un ejemplar de su libro tras la entrevista con Marbella Confidencial. FOTO/ JORGE OGALLA

P.- ¿Cómo ha visto la salida de Vox de los gobiernos regionales del PP, sigue pensando que Feijóo está condenado a entenderse con Vox o debe hacer cordón sanitario, tipo Francia?

R.- En esta materia el orden de los factores sí altera el producto. Es decir, no es Feijóo el que tiene, quiera que no, que pactar con Vox, sino que es Vox quien tiene que dejar de ser una herramienta al servicio de Pedro Sánchez. No sé como ni cuándo se puede hacer, pero la evidencia es que hoy en día el partido Vox, aunque haga grandes proclamas antisanchistas está siendo una herramienta imprescindible para que Sánchez se mantenga en La Moncloa.

 


P.- Usted, en distintas entrevistas, incluso antes de publicar el libro –recuerdo una muy amplia en ABC– decía que había puesto los cimientos del actual PP andaluz y de la presidencia en la Junta de Juanma Moreno. Si eso es así ¿qué ha puesto Javier Arenas?

R.- Pues Javier Arenas haber estado más cerca que nadie, hasta que llegó Juanma Moreno Bonilla, de conseguir la mayoría absoluta. Creo que Arenas consiguió 52 escaños [fueron 50] y eso tiene un mérito indescriptible, su éxito es muy digno de ser reconocido. Yo creo que el cambio que ha supuesto en la historia de España el vuelco de Andalucía, de ser el cortijo del PSOE a que gané por mayoría absoluta el PP es un cambio histórico que nadie ha analizado con la profundidad que requiere, porque tiene consecuencias políticas, económicas y sobre todo sociológicas.

P.- Hay un momento postelectoral que recrea en el libro, tras las autonómicas andaluzas de 1986, en el que usted llega a decir que le pide de rodillas a Arenas y  al que llama su “lugarteniente”, Carlos Rosado, ambos del PDP, que no abandonen el grupo parlamentario de AP para irse al Grupo Mixto. Entiendo que será una exageración y no llegó a ponerse de rodillas, siendo muy insistente…

R.- No, no, yo creo que me puse de rodillas o más todavía, porque digo… si encima hemos tenido un éxito… Ellos venían en coalición y utilizaron como argumento que Fraga y Óscar Alzaga [entonces presidente del PDP] se habían enfrentado y disuelto la coalición, seis meses antes, para irse al Grupo Mixto cuando tuvimos tuvimos el éxito que tuvimos en Andalucía, y que me debe algo más a mí que a otros. Me pareció, desde el punto de vista personal, una pequeña deslealtad, cosa que en política hay que contar con ella siempre. Pero desde el punto de vista práctico me pareció una torpeza, porque divide y vencerás es lo que aconsejaba Julio César para combatir a sus adversarios.

 


P.- Hábleme de lo que era hacerse pasar por tratantes de aceite en aquella Andalucía rural de finales de los años 70, principios de los 80, cuando trataban de captar dirigentes y elaborar listas de Alianza Popular en  pueblos donde ustedes eran casi unos proscritos.

R.- Ahí le puedo poner detalles como el de Almedinilla, aldea de Priego (Córdoba). Estaríamos constituyendo la junta local allá por el año 77 ó 78. El hombre que tenía yo de contacto allí era Pepe Vigara y le encargué esa tarea de crear esa junta por las pedanías importantes que tenía Priego, que capitalizaban muchos votos. Me dijo que la gente allí tenía muy mal recuerdo de la Guerra Civil y había miedo a un enfrentamiento parecido. La gente no quería ni oír hablar de política y menos de AP, porque todo el mundo era de izquierdas en el pueblo natal de  Niceto Alcalá Zamora. Vigara me dijo que como a mí no me conocía nadie iba a decir que yo era tratante de aceite y finalmente nos reunimos en una cooperativa.

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