Difícil papeleta la que tiene Ángeles Muñoz ahora mismo en su cabeza, y no lo digo por la papeleta física, la lista electoral de papel, sino por el dilema que afronta: ser, o no, de nuevo cabeza de lista al Senado por la provincia de Málaga, con todos los pros y contras que ello conlleva.
El escenario para la veterana alcaldesa de Marbella, a su vez presidenta local del PP y candidata a la Alcaldía por quinta vez consecutiva el 26 de mayo, fecha de la cita con las urnas en clave municipal, se presenta a modo de encrucijada.
Más allá de que ella quiera repetir en la candidatura a la Cámara Alta por tercera vez, algo que parece que le agradaría mucho, está lo que decida la nueva dirección de Génova 13, encabezada por Pablo Casado y su secretario general, Teodoro García Egea.
Público y notorio es el apoyo incondicional que Muñoz le prometió a Soraya Sáenz de Santamaría, rival perdedora de las primarias del PP frente a Casado. Aquí está el principal obstáculo para la regidora marbellí, a la hora de liderar la lista al Senado.
Partiendo de que no lo tendrá nada fácil, al competir con otros rivales dentro del partido, incluidos los ‘casadistas’, Ángeles Muñoz es una de las supervivientes en Andalucía de lo que se ha llamado el ‘arenismo’, una corriente que cotiza a la baja, por mucho que Javier Arenas haya sido elegido de nuevo senador por designación autonómica.
Si Muñoz entra en la carrera por el Senado, algo que se inicia a partir de ahora a contrarreloj, estarán en juego otros posibles apoyos personales, como el del propio presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, que no es baladí, o el del todopoderoso consejero de Presidencia y presidente provincial del PP, Elías Bendodo, cuya penúltima palabra, antes de enviar la lista a Génova, puede resultar clave.
Una vez analizadas estas circunstancias habría que ver en qué perjudica y favorece a Muñoz ir en la lista al Senado de nuevo, ya sea en el primer puesto o en otros. Es evidente que si logra entrar de nuevo entre los elegidos el resto de partidos políticos tiene ya su discurso hecho: es del todo previsible que acusen a la alcaldesa de centrarse más en la Villa y Corte de Madrid, como parlamentaria, que en los intereses del Ayuntamiento de Marbella, un lugar del que siempre ha dicho “es mi prioridad”.
En el terreno de los pros para Muñoz, si revalida su escaño, hay una ventaja fundamental, llamada aforamiento. Lograría mantenerse a salvo de ser citada por un juez ordinario, en este caso el titular del Juzgado de Instrucción 3 de Marbella, Gonzalo Dívar, instructor del ‘caso PGOU’ y otro no menos relevante como el de los cargos directivos del PP, cuyos contratos bajo mandato de Muñoz están en entredicho.
Sin que se tengan de noticias de la querella presentada en el Supremo por el PSOE sobre el asunto del PGOU, lindes entre Marbella y Benahavís incluidas, el mayor problema que podría atenazar a Muñoz en vísperas de las municipales, si no renueva en el Senado, es ser citada de forma inminente en el momento exacto en el que perdiera su aforamiento.
Haciendo cábalas cabe recordar que, si Muñoz no es elegida entre los senadores del PP que formarán parte de la Diputación Permanente del Senado, podría ser citada como investigada por el citado magistrado marbellí a partir del preciso momento en el que se disuelvan las Cámaras (Congreso y Senado).
Las elecciones se tienen que celebrar 54 días después de la disolución de las Cámaras. Así pues, si se tiene en cuenta que los comicios generales están fijados para el 28 de abril la disolución deberá llevarse a cabo antes del 5 de marzo.
Se trata de un calendario que a buen seguro preocupa a Ángeles Muñoz, porque si el juez Dívar no la ha citado hasta ahora, como a cualquiera de los mortales que figura investigado en los dos citados procesos penales, es porque materialmente le resulta imposible, dada su condición de aforada.
Así pues, imagínense a la alcaldesa subiendo las escalerillas del Palacio de Justicia del barrio de Miraflores entre el 6 de marzo y el 24 de mayo (viernes de cierre de campaña de las municipales). Todo es posible y no se trata, como en otras ocasiones, de política ficción.