El restaurante Santiago ha vuelto a organizar un original evento gastronómico, en el marco de la creatividad que caracteriza a su innovador propietario y restaurador, Santiago Domínguez, siempre reinventándose. En esta ocasión le ha tocado el turno al champán francés Perrier-Jouët, como excusa para recordar la Belle Epoque , esa gloriosa etapa de Europa que abarcó desde 1871 hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914.
Hasta cuatro variedades distintas de este espumoso han regado un exquisito almuerzo preparado para unos 70 comensales, a 75 euros el cubierto, que se han dado cita este sábado en el establecimiento, situado al borde del Paseo Marítimo.
Bajo la batuta del prestigioso gastrónomo Serafín Quero, catedrático de Lengua y Literatura Española de la Universidad de Dresde (Alemania), y con Santiago al mando de los fogones, un jamón Dehesa de los Monteros, oriundo del Valle del Genal (comarca de Ronda), daba la bienvenida a los asistentes, entre los que se encontraban numerosos miembros de la Academia Gastronómica, con el doctor Andrés Manuel Sánchez Cantos al frente.
Una piruleta de queso rebozado sobre lecho de puré de manzana y dulce de calabaza –entre los clásicos de Santiago– fue el siguiente aperitivo para abrir boca. Como primer plato para maridar con Perrier -Jouët Grand Cru una cazuela de judías con gambas rojas, almejas y alcachofas. Esta exquisitez dejó tan buen sabor de boca que Serafín Quero propuso a los presentes organizar una jornada de homenaje a esta legumbre.
El Perrier -Jouët Blason Rosé era el elegido para acompañar los dos siguientes platos de pescado y marisco: primero una corvina con salsa de camarones y rúcula crujiente y luego una langosta a la americana, una variedad que Santiago cocina desde sus inicios, pero que actualmente no es muy demandada, como él mismo reconoce. Los clientes se decantan más por el estilo tradicional, o por la variante Thermidor.
Acto seguido llegaría a las mesas un confit de pato al Pedro Ximénez, regado con un Perrier-Jouët Belle Epoque Blanc, como paso previo al postre compuesto por Crepes Suzette, que tenía asignado un Perrier-Jouët Belle Epoque Rosé.